Vicente Quintero es analista cultural y político. Licenciado en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, con énfasis en la politología. Cursa actualmente un postgrado en Gobierno y Políticas Públicas. También estudió, durante 1 año, Lengua y Cultura Rusa en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Politécnica Estatal de San Petersburgo (Rusia). Quintero ha sido intérprete-traductor y asesor político de periodistas y empresarios extranjeros en Venezuela. Quintero es analista del Centro Internacional Anti-Crisis de San Petersburgo, el cual publica en inglés, ruso y francés. Quintero es columnista de El Nacional Web (Venezuela), Ideas en Libertad, Cultura Colectiva (México), The Global World (España), WTC Radio (Venezuela), ProEconomia, Alternos (Venezuela), American Herald Tribune (Estados Unidos) y La Trenza (México).
Autoria: Dr. Vicente Quintero
Desde
hace siglos, las costas venezolanas en el Mar Caribe han sido
visitadas por españoles, portugueses, hebreos, holandeses, daneses,
franceses, ingleses, italianos y alemanes. Costas que, durante el
período virreinal o colonial de la historia iberoamericana, tuvieron
una historia muy ligada al contrabando y a los movimientos
subversivos independentistas. Un extenso territorio difícil de
controlar para la Corona Española: punto estratégico central entre
la Europa Occidental y el Nuevo Mundo.
Hasta
principios del siglo XIX, el Mar Caribe fue uno de los campos de
batalla más importantes de las grandes potencias europeas. Si bien
es cierto que ya para el siglo XVII la mayoría de las islas más
importantes del Caribe ya se encontraban bajo el control de algún
poder europeo, el ejercicio efectivo de este no era estático. La
competencia geopolítica de las grandes potencias europeas se
evidenció en diversas ocasiones: el enfrentamiento entre los
holandeses (algunos de ellos descendientes de judíos sefardíes) y
los españoles en Punta de Araya (1622) y la Isla Margarita (1623);
el establecimiento a finales del siglo XVII de una comunidad judía
en el cayo de Tucacas, proveniente de Curazao, cuya presencia fue
antecedente de la inmigración de judíos a Coro en el siglo XIX; los
ataques de piratas a la costa venezolana durante los siglos XVII y
XVIII, con los respectivos saqueos de sus principales ciudades
portuarias; las batallas entre fuerzas británicas y españolas que
tuvieron lugar en el Caribe en el contexto de la Guerra de los Siete
Años, la cual une las coaliciones gobernadas por Francia contra las
de Inglaterra desde 1754 a 1763; etcétera. Después de alrededor de
trescientos años de servir de campo de combate para las potencias
europeas, la eridición de Estados Unidos como la gran potencia
regional rediseñó la geopolítica del Caribe, y desde entonces, ha
limitado el rango de acción de las potencias europeas.
La
costa venezolana abarca, por lo menos, 2.813 km de costas marítimas
y 874 costas lacustres, sin contar las orillas de los ríos (De
Agostini, 1933). El área del Mar Caribe, sobre el cual Venezuela
tiene la mayor extensión de costas, junto al Golfo de México, es
conocida como el “Mediterráneo
Americano”,
una región en la que Estados Unidos ha ejercido control desde el
siglo XIX, con base en la Doctrina Monroe y su gradual elevación a
potencia mundial; extensión que era mayor antes de haberle cedido
parte de su territorio a Colombia. En este orden de ideas, el experto
en asuntos militares, Andrew Korybko, señala que el Mar Caribe es
entendido, en términos geopolíticos, como un lago de los Estados
Unidos, siendo una región en la que ha ejercido muy notablemente su
influencia desde el siglo XX, con algunas raras excepciones a la
regla, como es el caso de Cuba. El profesor Thorning, experto en
relaciones internacionales y asuntos internacionales, explica que el
Mar Caribe es de vital importancia para la defensa de Occidente y que
el “Mundo Libre” no puede permitirse perder al Mediterráneo
Americano (Thorning, 1957; Korybko, 2017).
En
este sentido, Alemania ha tenido históricamente un interés
geopolítico mayor sobre Venezuela, debido a que esta rodea toda la
cuenca del Caribe. A raíz del crecimiento y desarrollo de los
Estados Unidos de América, considerado el guardián hemisférico del
continente americano, las ambiciones de Alemania sobre Venezuela se
acentuaron todavía más: Venezuela era vista por los alemanes como
una conquista deseable para atacar y desafiar a los Estados Unidos,
en un área vital para su seguridad nacional y hemisférica.
El
experto en seguridad nacional y antiguo asesor del Pentágono, Robert
Kaplan, afirma que países como Colombia y Venezuela son
funcionalmente parte de la América del Norte y el Mediterráneo
Americano, aún cuando están ubicados en la costa norte de la
América del Sur. Como antecedente, hay que destacar que ya a
mediados del siglo XX, el Dr. Nicholas Spykman, especialista en
asuntos estratégicos, geográficos y militares, señaló que la
división entre la América del Norte y la América del Sur debía
ser la Amazonas. Partiendo de ello, países como Colombia, Panamá y
Venezuela podrían considerarse parte de Norteamérica y no de la
América del Sur (Kaplan, 2014).
Alemania,
a finales del siglo XIX, se planteó con urgencia la posibilidad de
establecer una base naval alemana en aguas caribeñas, justo en la
costa de Venezuela. En respuesta a la determinación de los
estadounidenses de construir el Canal ístmico de Panama, para ese
entonces un muy innovador y vanguardista proyecto de infraestructura
comercial y estratégica, los alemanes se proponían tender el primer
cable submarino del mundo, que serviría para conectar el Viejo
Continente con el Nuevo Mundo. Para esta empresa, la costa de
Venezuela resultaba perfecta; la cuenca del Caribe serviría de
anclaje a la red submarina alemana. Por diversas variables de índole
militar, geoeconómico y geopolítico, Alemania estaba interesada en
el hemisferio occidental, y particularmente, en Venezuela.
Ya
en marzo de 1890, previo al bloqueo naval a Venezuela de los años
1902–1903, el teniente Jacobsen había sugerido a la marina alemana
que aprovechara el siguiente disturbio político venezolano para
exigir que Venezuela le cediera por completo el grupo de islas de Los
Roques, La Orchila, Margarita, La Tortuga y Cubagua. Especialmente
Margarita, debido a su alto valor estratégico, era de gran interés
para las potencias extranjeras. La Isla Margarita era presentada como
un lugar idóneo para servir de point
d’ d’appui en
el continente americano. De hecho, se planteó en 1898 que estas
islas fueran dadas como garantía contra las reclamaciones de la
sociedad del Gran Ferrocarril de Venezuela, empresa alemana que quizá
tuvo más motivaciones geopolíticas que económicas.
Si
bien la rentabilidad del proyecto había sido cuestionada desde el
principio, los alemanes se mostraron muy optimistas, al extremo de
desestimar los pronósticos balanceados sobre la obra. La competencia
con el ferrocarril británico; la inexactitud de los cálculos
efectuados -los costos de construcción se terminaron triplicando-,
en un terreno montañoso como el comprendido entre Las Adjuntas y
Tejerías, sumamente propenso a los deslizamientos de tierra; la
inestabilidad del sistema político venezolano y su cuestionada
capacidad para honrar los compromisos financieros, establecidos en
una garantía del siete por ciento que debía pagarse puntualmente;
eran tan solo algunos de los motivos de preocupación, tanto en la
comunidad empresarial alemana, como entre los diplomáticos
extranjeros y los banqueros que financiaron el ambicioso proyecto,
que tenía un importante significado simbólico en la geopolítica
americana. El Gran Ferrocarril de Venezuela, en el cual participó la
casa comercial Leseur, Römer & Cía, les permitiría a los
alemanes controlar aún mejor el mercado venezolano y la distribución
efectiva de los productos producidos en el país. A raíz de la
crisis de la Gran Depresión de los años 1873–1894, los alemanes
se vieron forzados a garantizarse nuevos mercados, entre los que
figuraba Venezuela.
El
historiador canadiense y alemán Holger Herwig dice lo siguiente:
Los supuestos designios alemanes en la zona del Caribe se habían rumoreado en la prensa de Estados Unidos durante todo el decenio de 1890. Ya en abril de 1895, el New York Herald había informado a sus lectores que la presencia de buques alemanes frente a Venezuela, disfrazada de esfuerzos por cobrar importantes deudas contraídas con los Rothschild y los Krupp, era en realidad un intento de apoderarse de la Isla Margarita como base desde la cual operar contra el proyectado canal ístmico de Panamá o Nicaragua. Dos meses más tarde, el Washington Post registró la inmensa inversión de capital alemán en Venezuela, que va a ser protegida estableciendo una base naval allí. El Berliner Neuste Nachrichten refirió la historia, pero lamentó no saber nada de tal adquisición altamente deseable. El periódico aseguró a sus lectores que la Doctrina Monroe no causaría el más leve problema en el caso de la Isla Margarita. Y el Hannoverscher Courier informó igualmente que las afirmaciones del Post eran lamentablemente inciertas. Desgraciadamente; porque la posesión de una base naval en aguas de Arnérica Central sin duda sería de gran valor para Alemania, y simplemente se podría pasar por alto la alharaca acerca de la Doctrina Monroe, que seguramente se produciría en los Estados Unidos al comentar esto.
A un nivel más oficial, la embajada alemana en Copenhague, ya en febrero de 1896, le había pasado a Berlín una sugerencia del ministro de relaciones exteriores danés, barón Reetz-Thott, respecto a que Dinamarca podía estar interesada en negociar sus posesiones en el Caribe (…) Durante más de un siglo, informó el ministerio de relaciones exteriores, los negociantes alemanes habían dominado el comercio con América Central y Venezuela; el proyectado canal en el istmo hacía absolutamente necesaria una base naval alemana en la región (…)
(…) En lo que llegaría a ser uno de los últimos grandes memoranda sobre el Caribe, ese 26 de mayo la plana mayor del almirantazgo de Otto von Diederichs aprobó con entusiasmo la compra de las islas danesas frente a la costa de Venezuela. La inversión de capital por 200 millones de marcos en Venezuela dictaba la necesidad de una presencia naval allí en todo tiempo. A la vez la adquisición norteamericana de St. Thomas v St. Croix era sólo cuestión de tiempo, la junta del almirantazgo urgía la inmediata compra de Curazao1 y su soberbia bahía de Willemstad. La importancia estratégica de una base naval alemana en Curazao resulta obvia en seguida cuando se piensa en el problema del canal del istmo [de Panamá]. Realmente la última oportunidad de Alemania cuenca del Caribe estaba al alcance de la mano; hasta el capitán Mahan había sugerido otro tanto en un artículo publicado en el Atlantic Monthly. Diederichs consideró el punto de tan extrema urgencia, que le pidió al ministerio de relaciones exteriores que investigara si Alemania no debía intentar hacer la cosa más aceptable para los Estados Unidos proponiendo renunciar a sus intereses en Colombia y Guatemala. Y para probar que Tirpitz no tenía la exclusividad en eso de soñar con continentes, Diederichs consideró incluso la adquisición alemana de la Guayana Holandesa, o Surinam, como una línea de demarcación ante la cual la influencia y el expansionismo de los Estados Unidos en América del Sur debía hacer un alto. Cuando menos, era necesario dar instrucciones al ministerio de relaciones exteriores para que, atendiendo a razones económicas y también militares, hiciera todo lo que estuviese en sus poderes para mantener las posesiones holandesas del hemisferio occidental fuera de las manos de los Estados Unidos.
A
lo largo del siglo XIX, Venezuela y sus islas costeras se presentaron
como un punto central de las aspiraciones imperiales y hegemónicas
de los alemanes en la América del Sur, en una clara ofensiva a la
Doctrina Monroe de los Estados Unidos. Más allá de la privilegiada
ubicación estratégica de Venezuela y el inmenso potencial económico
que ya se advertía, para los alemanes la cuestión venezolana era
además un asunto de un orgullo no solo nacional, sino étnico-racial.
Los alemanes, con base en las previas expediciones de los Welser en
Venezuela, sentían que tenían una autoridad sobre Venezuela y una
conexión especial con sus tierras. Para el pueblo germano, Venezuela
era una pequeña Alemania que debía ser civilizada; un país de
abundantes recursos naturales que lamentablemente se encontraba
habitado por bárbaros. Partiendo de la infraestructura
estadounidense en el Canal de Panamá, los alemanes necesitaban un
lugar que pudiera servir de base militar y económica en las
adyacencias de este. Las islas de Venezuela, entonces, lucían como
el lugar más idóneo para establecer el anclaje para el cable
mundial submarino y las bases navales que necesitaban en el Caribe.
Desafortunadamente
para los alemanes, estos no lograron establecer su muy ansiada base
militar y naval en el Caribe, debido a las vicisitudes de la
geopolítica. Pero esta ambición no se detuvo en las negociaciones
que tuvieron lugar a finales del siglo XIX, sino que renacieron con
todavía más fuerza con la llegada del Tercer Reich Alemán,
liderado por el austríaco Adolf Hitler. Los intereses comerciales de
los alemanes en la América del Sur ameritaban la constante presencia
de buques de guerra en las costas del Caribe, con el fin de
garantizar los intereses de la nación germana.
A
principios del siglo XX, mucho antes de la publicación de la obra
“Die Welser landen in Venezuela” del periodista Erich Reimers,
existió un movimiento que, a través de la prensa y la literatura,
hizo el esfuerzo de legitimar el proyecto expansionista germánico en
Venezuela. Antes de la Primera Guerra Mundial, en el año 1902, el
señor Wilhelm Wintser, editor del Rheinisch-Westfälische Zeitung,
publicó un libro titulado Der
Kampf um das Deutschtum.
En el libro se exigía que Alemania ocupara las bahías venezolanas;
la América del Sur iba a ser el choque entre los norteamericanos y
los europeos. América Central y México serían controlados por los
Estados Unidos, mientras que Venezuela, Colombia, Bolivia y Perú
pasarían a manos de los alemanes. En esta empresa, Venezuela
resultaba de vital importancia, puesto que esta era vista como la
puerta de entrada a la América del Sur, a través de la cual los
alemanes penetrarían la región. Sin embargo, debido al contexto
geopolítico de la época y las vicisitudes de la historia, los
alemanes se terminaron planteando, como prioridad para la década
1900–1910, su expansión en los Balcanes.
“Sólo
bajo protección o posesión de un país europeo puede Venezuela
transformarse en uno de los más ricos países comerciales e
industriales de la América del Sur”, dijo Jacobsen en Herwig
(1991, p.55). Los problemas de pobreza, corrupción extendida,
rebeliones periódicas y fallas en la administración pública son
vistas por el alemán como consecuencias de la cuestión étnica
venezolana y el ejercicio de la soberanía de dicho territorio por
parte de un pueblo poco capacitado. En este contexto, el teniente
comandante Hermann Jacobsen llegó a sugerir la intervención militar
de Venezuela por parte de Alemania, en correspondencia diplomática
con Berlín. Era necesario proteger y poseer a Venezuela, debido a
que esta no puede gobernarse sola.
Venezuela,
cuyo potencial para convertirse en un país rico y próspero ya había
sido advertido desde, por lo menos, el siglo XIX, evidenciándose en
el Protocolo Rojas-Peréire, adquirió mayor importancia geoeconómica
una vez que esta lograra convertirse en el primer exportador de
petróleo del mundo a finales de la década de los veinte del siglo
XX. Venezuela, ya entonces considerada un país potencialmente rico,
tanto por los cuantiosos recursos contenidos en su subsuelo, como por
su ubicación privilegiada, no contaba con una óptima
infraestructura militar y suficiente personal capacitado para
resistir una ocupación extranjera. El internacionalista y politólogo
Freddy Vivas Gallardo (1993, p.131) señala que Venezuela era, aún
en 1941, una fuerza militar marginal, no solo por debajo de las
llamadas potencias ABC (Argentina, Brasil y Chile), sino también de
México, Perú y Colombia; incluso superada por países de menor
extensión territorial, como Paraguay, Uruguay, Ecuador y Cuba.
Desde
1928 hasta 1970, Venezuela fue el mayor exportador de petróleo del
mundo (Gershenshon, 2018). Debido a la muy alta importancia que tenía
esta industria en los contextos geopolítico y económico, el control
de Venezuela se hizo esencial para la seguridad del hemisferio
occidental. El petróleo, como recurso no renovable, todavía hoy en
día aporta el mayor porcentaje total de la energía que se consume
en el mundo. La sola idea del fin de las reservas petroleras del
planeta Tierra, finitas por naturaleza, fue una de las grandes
preocupaciones de la humanidad a lo largo del siglo XX y lo que
impulsó, a partir de los años setenta, el interés en la Faja
Bitunominosa o Petrolífera del Orinoco Venezolano, así como en el
petróleo extra-pesado de Canadá.
En
tiempos de la Segunda Guerra Mundial, la inteligencia norteamericana,
consciente de la vital importancia del petróleo venezolano en la
economía mundial, advirtió que Venezuela presentaba oportunidades
para el sabotaje petroleo, debido a las vulnerabilidades de la
industria de hidrocarburos, así como de la dependencia de los otros
sectores de la economía nacional (Archivo Central del Departamento
de Estado de los Estados Unidos de América, 1941, Informe
800.20231/8). Según el informe, los principales objetivos y tareas
de sabotaje petrolero en Venezuela serían las siguientes:
- Afectar el sistema eléctrico nacional. Las cinco o seis principales plantas eléctricas que suministraban electricidad al país. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, una falla en el sistema eléctrico implicaba el cese completo de las operaciones de la industria petrolera, especialmente al Occidente de Venezuela.
- Destruir las bombas en tuberías y patios de tanques (salas de fermentación).
- Quemar los almacenes y depósitos de productos petrolíferos. Se advierte que la quema de las dos pequeñas refinerías en San Lorenzo y Caripito no afectaría la exportación del crudo venezolano, mas si la quema de grandes refinerías.
- Dañar o destruir cualquiera de las estaciones terminales en las cuales el petróleo se carga en camiones de cisterna.
- Bloquear y/o obstruir los canales de entrada y salida del Lago de Maracaibo.
- Bloquear el canal del río de San Juan, entre Caripito y el mar.
- Hacer explotar el dique en la orilla oriental del Lago de Maracaibo, lo que ocasionaría que las instalaciones petroleras más cercanas a la costa se inunden.
- Atacar las instalaciones petroleras en las islas del Caribe como Aruba y Curazao podría tener un impacto sobre Venezuela, debido a que el sistema de producción de dichas regiones está conectado.
En
relación a la capacidad de respuesta del gobierno venezolano ante
los posibles intento de sabotaje petrolero, los estadounidenses
consideraban que esta era sumamente pobre. Después de haber
estudiado durante dos años la situación de la institución militar
venezolana, se llegó a la conclusión que los venezolanos no estaban
en condiciones de lidiar con cualquier operación de sabotaje. Ni las
Fuerzas de Aviación Venezolanas ni las Fuerzas Navales Venezolanas
estaban bien organizadas, equipadas e instruidas; la Guardia Nacional
era ineficiente y de poca utilidad; la Oficina Nacional de Seguridad
y de Extranjeros, conocida por las siglas ONSE, además de ser muy
ineficiente y casi enteramente inefectiva, era dirigida por un hombre
de origen alemán, probablemente simpatizante de la causa de los
nazis; el Ministerio de Interior de Justicia, al cual estaba adscrita
la ONSE, era conducido por el Ministro Tulio Chiossone, quien
presuntamente tenía inclinaciones pro-Eje. Se puede inferir que, a
juicio de los estadounidenses, el Estado Venezolano seguía
ejerciendo pobremente su soberanía nacional. Sus analistas señalan
que, debido a la corrupción, el nepotismo, la pereza y la falta de
civilidad el Estado Venezolano todavía afrontaba grandes problemas y
que difícilmente iban a poder ser resueltos en medio de la guerra
(Archivo Central del Departamento de Estado de los Estados Unidos de
América, 1941, Informe 80000231/34).
Debido
a la amenaza que el nazismo representó, no solo en Venezuela, sino
en el resto de América, el gobierno de Estados Unidos le presentó a
la administración de Medina la posibilidad de erigir una base
militar estadounidense en Maracaibo, en las adyacencias del Golfo de
Venezuela, en donde se rumoreaba que los alemanes ya intentaban
establecerse militarmente. El Estado Zulia era considerado por el
Departamento de Estado y el servicio exterior norteamericano como una
entidad de primera importancia estratégica por su producción de
petróleo y por su cercanía al Canal de Panamá. El Golfo de
Maracaibo, entonces, podía servir de espacio para el desembarco de
tropas norteamericanas. Una ambición que fue reforzada por los
reportes de inteligencia militar que sugerían que los nazis tenían,
además del deseo de establecer bases militares en el Zulia, planes
de sabotaje petrolero en toda Venezuela, que para entonces era el
primer exportador de petróleo del mundo entero.
El
petróleo, en el contexto bélico de la Segunda Guerra Mundial, tenía
un doble impacto estratégico: además de ser importante para
mantener la maquinaria bélica de los ejércitos, también lo era
para frenar el suministro de los enemigos. Como el primer país
exportador de petróleo para ese entonces, Venezuela era entendida
como la base principal de suministro de energía para los aliados. La
posibilidad de acceder al petróleo venezolano implicaba, así, una
disminución del petróleo a disposición de los países aliados. No
nos extraña, entonces, que según archivos desclasificados (Federal
Bureau of Investigation, 1947, pp.588–594), los alemanes
intentaran, a través de los sobornos y los regalos personales,
convencer a Isaías Medina Angarita para que este accediera, en junio
de 1944, a que la república firmara convenios petroleros con Suecia,
cuyo capital inicial sería 250 millones de dólares (del año 1944).
Las
investigaciones arrojaron que el capital que los suecos iban a
inyectar en la industria petrolera venezolana era de origen alemán,
razón por la cual se sospechó que era una maniobra de los nazis
para posicionar el petróleo venezolano en Europa, a través de los
señores y las entidades Pavel Klein, Walter Sachs, Andrés Daniel
Hogfeldt, Compañía Española de Petróleo The Alcoa Linea, Eric
Ekblad, Albert Tattar, entre otras (R. Brown, comunicación personal,
25 de mayo de 1945).
Desde
la llegada del austríaco Adolf Hilter al poder en Alemania, el
abordaje de Venezuela en la prensa alemana tuvo una curiosa línea
editorial. De modo que, en el Archivo Histórico de Miraflores,
existe una sección exclusiva sobre Venezuela en la prensa alemana de
1933: el país era presentado como un antiguo territorio en el que
los alemanes ejercieron soberanía de forma efectiva, legal y
legítima. En 1938, la Aussiger Zeitung publicó artículos en los
que promovía un programa nacional-socialista para países lejanos de
Alemania, en los que Brasil y Venezuela eran catalogados como
territorios “dignos de ser anexados a Alemania”, debido a sus
importantes recursos naturales.
En
este contexto, hay que entender que el Partido Social Nacionalista
Alemán comprendía al Estado Nazi como una entidad que trascendía
los límites tradicionales del Estado-Nación: la soberanía era
ejercida en donde existieran asentamientos germanos. El Estado Nazi,
por consiguiente, esperaba lealtad de las comunidades alemanas en el
extranjero para con la causa de Adolf Hitler. A través del servicio
diplomático y las organizaciones culturales, el Partido Nazi operaba
en los países sudamericanos. En la Argentina, era frecuente que
vistieran los uniformes del Partido NSDAP, se involucraran en
actividades de índole militar y excluyeran la bandera nacional en
sus centros de reunión. En algunos casos, se llegó a prohibir la
naturalización1 y
el uso del idioma español durante sus reuniones. Aquellos alemanes
que no cumplían los códigos de la sección regional del NSDAP eran
incluidos en listas negras. La emigración, el comercio internacional
y la interacción sociocultural tenían fines políticos.
En
el año 1939, a través del periodista Erich Reimers, los nazis
buscaron legitimar ante la opinión pública la idea de la
reconquista de Venezuela, tema sobre el cual ya se habían publicado
importantes obras pioneras, tanto en la literatura como en la prensa,
como “Die goldenen Berge: ein deutscher Heldenzug”, publicada por
Wilhelm Erich Peukert en 1934. Este hecho que fue repudiado en las
naciones de Occidente, particularmente en los Estados Unidos de
América y Venezuela. Desde 1939, el Partido NSDAP, a través de la
Hamburg Amerika Linie, comenzó a difundir folletos en los que se
buscaba arraigar la creencia de que el Tercer Reich tenía derechos
sobre Venezuela.
En
el año 1941, Otto Strasser, ex-militante del Partido NSDAP, en
disputa con la facción dominante de la organización hitleriana,
publicó un artículo en el diario Liberty, en donde revelaba los
planes del Tercer Reich para la América del Sur. Según el señor
Strasser, Hitler creía que el dominio del Canal de Panamá era clave
para controlar a Estados Unidos. Venezuela, al igual que Uruguay, era
considerada un país incapaz de gobernarse a sí misma; un territorio
tan indispensable como Brasil en el proyecto global del Tercer Reich.
Más
allá de que Otto Strasser fuera un desertor del Partido NSDAP, lo
cierto es que su testimonio es apenas una de las evidencias que se
manejan sobre las pretensiones del Tercer Reich en Venezuela. La
prensa escrita alemana desde finales del siglo XIX y obras literarias
como “Die
goldenen Berge: ein deutscher Heldenzug”,
publicada por Wilhelm Erich Peukert; “Der
Kampf um das Deutschtum”, publicada
por Wilhelm Wintser; y “Die
Welser landen in Venezuela”,
publicada por Erich Reimers o Richter; son evidencias de los
históricos intereses geopolíticos y geoeconómicos de Alemania
sobre Venezuela, especialmente desde el año 1933 en adelante, con la
llegada de Adolf Hitler al poder. El Colegio Humboldt de Caracas,
especialmente a partir de 1936, reivindicó el episodio de los
Welser, con el fin de legitimar los derechos que reclamaban los
alemanes sobre Venezuela. La Provincia de Venezuela era presentada en
el Colegio Alemán como una posesión que había sido arrebatada
vilmente por los españoles. En el Colegio Alemán se recitaba el
himno oficial de la Alemania Nazi Deutsch
über alles; se
impuso el saludo nazi con el brazo extendido entre los alumnos del
colegio; cuando arribó a Venezuela el buque alemán “Emden”, los
marineros fueron luego recibidos en el colegio con el himno y saludo
nazi. La literatura y los folletos editados por el colegio giraban en
torno a la potencialidad militar de Alemania y los nexos históricos
entre Venezuela y el país germano, que constituían una legítima
razón para la reconquista (El Colegio Alemán es un centro nazi,
1942, pp.5–8; Un Gathmann detenido en las Bermudas por las
autoridades británicas, 1942, pp.8–5; Sí hay nazis en Venezuela,
1942, p.8; Lied der Hitler Jugend La Canción de la Juventud
Hitlerista; 1942,
p.8.; Investigación en el Colegio Alemán Hará El M.E.N., 1942,
pp.4–8).
Resulta
interesante que, a finales de 1941, la inteligencia estadounidense
abrió una investigación en la Isla Margarita, muy probablemente en
cooperación con los organismos de seguridad militar locales, para
determinar hasta qué punto los nazis la habían penetrado. Según el
reporte, los estadounidenses sospechaban que los alemanes estaban
almacenando cantidades considerables de petróleo en Margarita.
Además tenían radios clandestinas, introducían ilegalmente armas
en Venezuela e intentaban sacar provecho de las protestas de obreros
a nivel nacional. Se advirtió que la Falange Española y el nazismo
alemán trabajaban de forma sincronizada en el país caribeño
(Archivo Central del Departamento de Estado de los Estados Unidos de
América, 1942, Informe 800.20231/24).
Para
el nazismo, la presencia de sus agentes en países como Colombia y
Venezuela era de gran relevancia debido a la cercanía de estos al
Canal de Panamá, base militar de primer rango para los intereses de
Estados Unidos en la región. Los llanos de Colombia presentaban
grandes oportunidades para realizar ataques aéreos al canal
panameño; las montañas del país neogranadino podían servir como
barreras de protección. Mientras tanto, las numerosas islas de las
costas venezolanas permitirían una traslado rápido de buques y
tropas hacia el Canal de Panamá, en una contienda bélica.
De
modo que, queda visto control geopolítico de Venezuela, sumamente
rica en recursos naturales y con la mayor extensión de costas en el
Mar Caribe, permite controlar y supervisar militarmente al resto de
la región, de vital importancia funcional y estratégica para los
Estados Unidos. Desde su céntrica ubicación, en la zona que algunos
llaman el Mediterráneo Americano, Venezuela ofrece atractivas y poco
despreciables oportunidades para monitorear el movimiento marítimo
de todo el Caribe, y sabotear la producción petrolera, no solo en
Venezuela, sino en los territorios aledaños a sus extensas costas,
como Curazao. No es un hecho aislado que, Venezuela fue durante la
Colonia uno de los principales centros de piratería en el continente
americano, en donde los holandeses y judíos sefardíes,
descendientes de los expulsados por la Corona Española en 1492, les
disputaron a los españoles peninsulares el control de las tierras
venezolanas.
La
existencia del nazismo en Venezuela, como una sección extranjera del
Partido NSDAP alemán, es demostrada por fuentes primarias y
secundarias de diversa índole y origen. Al igual que en otros países
hispanoamericanos, esta organización operó clandestinamente y al
margen de la ley como un partido político. La ideología nazi
encontró sustento en el pensamiento político y sociológico de las
élites intelectuales venezolanas, fuertemente influenciadas por el
determinismo étnico y geográfico del positivismo desde finales del
siglo XIX. La existencia del nazismo en Venezuela se ha comprobado a
través de informes de instituciones del Estado, documentos de
inteligencia, juicios realizados, testimonios orales, fotografías,
artículos de prensa, libros de las instituciones culturales
alemanas, entre otras fuentes. En algunos casos, se tiene evidencia
de argumentos confesionales del proselitismo nazi en Venezuela, como
es el de León Brandt en 1945. Debido a su ubicación estratégica
privilegiada, Venezuela no estaba fuera de los planes del Tercer
Reich. En el marco, claro está, de sus ambiciones sobre países como
Panamá, Brasil y Colombia.
Autor
Vicente Quintero Príncipe
Vicente
Quintero es analista cultural y político. Licenciado en Estudios
Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, con énfasis en
la politología. Cursa actualmente un postgrado en Gobierno y
Políticas Públicas. También estudió, durante 1 año, Lengua y
Cultura Rusa en el Instituto de Estudios Internacionales de la
Universidad Politécnica Estatal de San Petersburgo (Rusia). Quintero
ha sido intérprete-traductor y asesor político de periodistas y
empresarios extranjeros en Venezuela. Quintero es analista del Centro
Internacional Anti-Crisis de San Petersburgo, el cual publica en
inglés, ruso y francés. Quintero es columnista de El Nacional Web
(Venezuela), Ideas en Libertad, Cultura Colectiva (México), The
Global World (España), WTC Radio (Venezuela), ProEconomia, Alternos
(Venezuela), American Herald Tribune (Estados Unidos) y La Trenza
(México).
Sus
artículos también han sido publicados por Entorno Inteligente
(Venezuela), Maduradas (Venezuela), Enlace Judío y Иносми — Россия
Сегодня (Rusia). En el año 2018, ha tenido la oportunidad de
presentar sus obras de arte en el Museo Alejandro Otero (Fundación
de los Museos Nacionales de Venezuela). A través del arte, Quintero
expresa la realidad política y económica del mundo. Quintero habla
cuatro idiomas: español, inglés, ruso y alemán. Quintero ha dado
entrevistas para la BBC, Россия 24, Izvestia, WTC Venezuela y
otros medios nacionales e internacionales. Quintero además ha
aprobado la mitad de los créditos de la Licenciatura en Psicología
de la Universidad Metropolitana de Caracas, lo que le ha permitido
desarrollar inteligencia emocional.
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