Notas sobre
Neoliberalismo y
subjetividad
A propósito de la lectura de Jorge Alemán/Página 12,
14 de marzo de 2013 y Revista Soberanía Sanitaria
de 2018
APUNTES PARA EL DEBATE
Por Silvana Inés Lado
Prof. Titular Cátedra de Sociología y
Prof. Adjunta Cátedra de Problemas Sociales Latinoamericanos
Facultad de Psicología
Prof. Titular Cátedra de Sociología
Facultad de Ciencias Económicas y Social
Proyecto de Investigación en IPSIBAT- Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología
UNMDP- CONICET
I. El autor en contexto
El autor, Jorge Alemán Lavigne nace en Buenos Aires en 1951. Psicoanalista y escritor de
numerosos ensayos y libros, en 1976 se exilia en España en donde vive desde esa fecha. Ha
publicado numerosos libros en los que une psicoanálisis, filosofía y política desde la perspectiva
de la antifilosofía -entendiendo la filosofía en términos de filosofía iluminista de los ideales
modernos- inaugurada según Alemán por Freud y su descubrimiento del inconsciente, donde las
pulsiones tiran por la borda toda ilusión de progreso. Su antifilosofía abreva en la obra de Lacan
en donde además confronta con la posibilidad de la deconstrucción posmoderna porque la
pulsión es un límite no deconstruible.
Según Alemán, sólo accede a lo humano, a la condición de humanidad, la existencia hablante,
sexuada y mortal (similar al planteo de Arendt en este sentido), condiciones que se anudan de
tal manera que son lo que habilita el «poder ser» que se pone en juego en el deseo humano. Las
condiciones de esta experiencia no pueden ser captadas por la identidad fundamental de un yo
pensante (contra Descartes y la reflexividad del yo y contra la mayoría de edad kantiana). Es la
estructura la que se impone en la existencia hablante, sexuada y mortal a través de la lengua.
En su intervención en el congreso “Inconsciente y filosofía. Una nueva manera de pensar lo
político” del Colegio de España en París de mayo de 2010 (publicada al año siguiente en página
12 bajo el título Operación para una izquierda lacaniana) responde a los cuestionamientos y
críticas que recibe desde los propios lacanianos, aclarando que si bien es el mismo Lacan el que
advierte que “la revolución es el retorno de lo mismo; la crítica a la propiedad, la familia y el
trabajo refuerzan la propiedad, la familia y el trabajo; no hay ninguna civilización que logre
curarse de una pulsión de muerte irreductible; quienes sueñan con las mañanas que cantan están
preparando las condiciones para que venga lo peor”, la utilización de estas postura de Lacan por
parte de argumentaciones del individualismo liberal lo llevan a tratar de reinventar las
intervenciones lacanianas para la izquierda.
También responde a las críticas desde la izquierda marxista que interpreta los argumentos
lacanianos como refractarios a la lucha de clases. Según Lacan, el solo hecho de que la fuerza de
trabajo se compre y se venda como mercancía no genera al proletariado como un sujeto
histórico protagonista de un proceso emancipatorio. Es más, una de las lecturas que Lacan hace
de la dialéctica hegeliana demuestra que el esclavo también goza.
Según Alemán, en Lacan “siempre hay una brecha ontológica, una falla ontológica insalvable,
incurable, entre lo real y la realidad”, donde la realidad es una construcción simbólico-imaginaria
que vela lo real y cuando éste logra emerger lo hace como dislocación, como ruptura, como
pesadilla, como angustia, como lo siniestro. Por lo tanto, para Lacan no hay una estructura que
pueda determinar en última instancia nada, porque toda estructura se fractura, se irrumpe
desde el interior. (nota propia: me parece que Lacan o la interpretación que de Lacan hace
Alemán, no puedo saberlo, hace una lectura althuseriana de Marx y no considera la totalidad
dialéctica abierta y revolucionaria que plantea justamente que la irrupción, la fractura, la
contradicción se gesta desde el interior, cuestiones ya analizadas desde la década del 20 por la
Escuela de Frankfurt, tanto la primera como la segunda generación frankfurtiana y la Teoría
Crítica).
Para organizar esta izquierda lacaniana toma como primer fundamente lo pre-ontológico del
psicoanálisis, que supone que no hay fundamento último que garantice la totalidad de la
realidad; “se trata de una ontología agujereada, tachada”, la brecha entre lo real y la realidad
es insalvable porque siempre hay un resto heterogéneo que la totalidad (incluida la economía
política planteada por el marxismo) no puede conceptualizar.
De manera similar a Laclau, Alemán plantea que lo que puede surgir, como posibilidad
contingente, es el antagonismo, aunque la construcción del antagonismo no garantiza que sea
de corte emancipatorio. Por eso es necesaria la construcción política de ese antagonismo desde
la izquierda.
En el marxismo clásico, la lucha de clases constituía un a priori
objetivo del proletariado como sujeto revolucionario. Hay que decir
que las revoluciones históricas nunca tuvieron a ese sujeto ya
constituido: siempre hubo que inventarlo, a veces con resultados no
muy deseables. En todo caso, en la formulación que yo he planteado
bajo la rúbrica “izquierda lacaniana”, la respuesta al marxismo es
que sí, nos interesa el antagonismo. Y, me parece, se desprende de
la enseñanza de Lacan que la “diferencia absoluta” de la que él
habla no puede nunca estar encubierta por las diferencias que
introducen las jerarquías del mercado. Quiero decir: la explotación
de la fuerza de trabajo es un insulto a la diferencia absoluta.
En la sociedad lacaniana postcapitalista, si la hubiera, nos dice Alemán,
habría siempre diferencia absoluta y por lo tanto habría neurosis,
psicosis, trastornos, enfermos, angustiados, suicidas; pero esa
diferencia encontraría por fin un ámbito de despliegue que no
quedaría colonizado por las diferencias jerárquicas del orden
burgués de explotación capitalista. Marcar la distinción entre la
diferencia absoluta y el orden jerárquico del sistema capitalista no
es lo mismo que suponer un proletariado que tuviese en sí mismo,
como clase, la capacidad para desconectar la maquinaria
capitalista.
1
II. Comentario de los artículos
En Neoliberalismo y subjetividad, Alemán plantea el aspecto productor y positivo del
Neoliberlaismo: no es sólo una ideología que defienda la retirada del Estado, el paso de una
matriz estadocéntrica a una mercadocéntrica, sino una construcción positiva, “es un
permanente productor de reglas institucionales, jurídicas y normativas, que dan forma a un
nuevo tipo de “racionalidad” dominante.”, que postula una nueva relación entre los gobernantes
y los gobernados, extendida a todas la esferas públicas atravesándolas con nuevos dispositivos
de control y evaluación donde la propia población pasa a ser objeto del saber y el poder.
Las técnicas de gobernación propias del neoliberalismo tienen como propósito producir,
fabricar, un nuevo tipo de subjetividad, donde el sujeto neoliberal se homogeneiza, al igual que
el hombre unidimensional de Marcuse, pero para unificarse como sujeto “emprendedor” de sí
mismo, entregado al máximo rendimiento y competencia, como un empresario de sí mismo que
trata de adaptarse a una alienación soportable en contacto con lo que lo excede, el rendimiento
y la competencia ilimitada.
Las técnicas de gestión, los dispositivos de evaluación, los coach, los
entrenadores personales, los consejeros y estrategas de vida son el
suplemento social del sujeto neoliberal producido por los
dispositivos de la racionalidad neoliberal. El sujeto neoliberal,
viviendo fuera de su límite, en el goce de la rentabilidad y la
competencia y estableciendo consigo mismo la lógica del
emprendedor está a punto de fracasar a cada paso. El stress, el
ataque de pánico, la depresión, “la corrosión del carácter”, lo
precario, lo líquido y fluido, etc., constituyen el medio en que el
sujeto neoliberal ejerce su propio desconocimiento de sí, con
respecto a los dispositivos que lo gobiernan. Esos dispositivos que le
reclaman que sea “el actor de su propia vida”, el que racionaliza su
deseo en la competencia y en la técnica de conducirse a sí mismo y a
1 El resaltado no figura en el original.
los demás Este es ahora el verdadero “management del alma” del
que habló Lacan en los ’50 y ahora se consuma.
El neoliberalismo se propone como la racionalidad actual del capitalismo, “estructuras de
emplazamiento” heiddegerianas, que plantean la existencia en forma de cálculo de sí, donde el
sujeto, como dice Lacan, ya sólo está condicionado por la “plusvalía” de goce. Lógica
empresarial, competitiva, comunicacional,sin la distancia simbólica que permita la construcción
política y la percepción del propio lugar en los dispositivos que “amaestran su cuerpo y su
subjetividad”
¿Pero se puede producir enteramente al sujeto? ¿Tienen los
dispositivos el poder y la fuerza material para secuestrar al sujeto y
volverlo un “neosujeto” emprendedor de sí? He aquí uno de los
grandes debates contemporáneos: ¿el sujeto es meramente una
producción histórica efectuada por los dispositivos del poder y el
saber, como piensan los foucaultianos? O, como han pensado Freud,
Heidegger y Lacan, hay ciertos elementos en la propia constitución
estructural del sujeto, que ningún orden político-histórico puede
integrar al menos en forma total y definitiva. La posible lucha contra
el neoliberalismo depende de esta cuestión: ¿qué hay en el
advenimiento del sujeto en su condición mortal, sexuada y mortal
que no pueda ser atrapado por los dispositivos de producción de
subjetividades específico del neoliberalismo?
El autor, a la manera de Marcuse, ve en Latinoamérica la esperanza de la contra-experiencia
política respecto al orden racional dominante en el siglo XXI. Como lugar desde donde se pueda
indagar “todo aquello que en los seres hablantes mujeres y hombres no está dispuesto para
alimentar la extensión ilimitada del sujeto neoliberal”.
Y como Marcuse en El hombre unidimensional, nos deja en el lugar de lo exótico, rara avis, para
la observación y la investigación para la nueva construcción política de la neo izquierda: “Todavía
existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa:
su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’» (Herbert Marcuse, El hombre unidimensional,
pág. 101).
En la entrevista de 2018, ahonda en sus planteos sobre la construcción de la subjetividad en la
etapa neoliberal y las tecnologías y dispositivos que participan en la edificación de una
“racionalidad estética” como maneras de reflexionar sobre el psicoanálisis y la salud mental en
la vida contemporánea.
“la manera en que podemos concebirnos a nosotros mismos,
organizarnos en un sistema de representaciones con respecto a
nosotros, a la relación con los otros y a un estado social de cómo
deberían ser las cosas. Entiendo por subjetividad un conjunto de
conductas, mandatos, deberes, percepciones de la realidad,
construcciones éticas y estéticas que están determinadas por una
cantidad de dispositivos que muchas veces son imperceptibles y
cuyo funcionamiento tampoco es evidente porque contamina de
una manera muy sutil todo esto que podríamos llamar subjetividad”.
Insiste en analizar cómo el neoliberalismo, a través de las narrativas de autorrealización personal
y los sistemas de autoevaluación que se implementan desde la infancia, es una gran fábrica de
subjetividad que produce segregación y etiquetamientos para los que no “dan la talla”,
mandatos como el “ser feliz” y el mandato del ciudadano consumidor en términos de Svampa.
Más lejos aún, señala la producción de una mutación antropológica en la manera de habitar los
lazos, las relaciones con uno mismo y con los otros, las maneras de transitar el amor, el sexo y
el deseo en permanente erosión, donde todo se plantea como veloz, fugaz e interconectado
replicando el modelo de las transacciones financieras.
Insiste sobre la pregunta sobre si la subjetividad se agota en estas modalidades, en estas
“tecnologías de yo” producidas por y desde el neoliberalismo o si por el contrario queda algún
excedente, algún resto que no logre ser apropiado por los dispositivos. Citando a Marx, respecto
de que establecemos relaciones sociales independientemente de nuestra voluntad y
consciencia, opina que en el neoliberalismo esto ha llegado a su máxima expresión mediante
una cantidad heterogénea de dispositivos en todas direcciones y abarcando todas las
dimensiones de la vida social. El neoliberalismo, según Aleman ha logrado superar la
contradicción entre desarrollo de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción en el
capitalismo. Observa una desconexión entre descontento social y transformación política.
Hay una serie de performances que se supone que van a contribuir a
construir un tipo de subjetividad que sea competitiva y que tenga
como metáfora privilegiada «sexualidad, deporte y trabajo» en una
triada que amalgama competencia, performance y la preocupación
por no quedar fuera del partido, que te echen de la cancha. (...)
¿Qué parte del sujeto no está absorbida en esta lógica? Hay teóricos
que piensan que el inconsciente, los sueños y todo aquello se ha
vuelto una pieza más del mercado; la salud por supuesto, la
educación, el medio ambiente. Lo que surge en estos teóricos es
una especie de idea nómada, casi como en las películas de ciencia
ficción en donde hay un mundo de corporaciones, un mundo de
zombis, programados y administrados y en un bosque, una selva, un
sótano o una montaña hay una serie de seres discordantes que no
se sabe bien por qué no quedaron todavía tomados. Es un síntoma
social el hecho de que haya una matriz narrativa tan frecuente en
esas películas.
Como alternativa, como resistencias posibles a estas construcciones de subjetividad, propone la
construcción de lo político, de experiencias comunes y prácticas políticas que reconstruyan los
vínculos. En ese sentido la visión romántica, anarquista, de recuperación de lo comunitario le
parece ingenua porque al no plantear antagonismos, tampoco plantea superación. Únicamente
rescata esos espacios siempre y cuando se articulen políticamente en un proyecto capaz de
reinventar subjetividad, allí donde la condición es el sujeto, aquella parte que no fue colonizada
y que puede convertirse en soporte de la política que quiere transformar la situación en relación
con los otros. Las irrupciones igualitarias, los actos instituyentes, según el autor son una prueba
de que no hubo captura total, que hay un saber en reserva.
En el campo de la salud mental, atravesado por el discurso de las neurociencias, el cognitivismo
y la industria farmacológica, se tiende a borrar la singularidad de cada sujeto para que sean
diagnosticables y medicables. Si lo comparamos con el debate al interior del psicoanálisis, donde
hay miles de ramificaciones y discusiones sobre los diferentes diagnósticos y sus posibilidades,
el discurso de la medicalización neoliberal reduce las diferencias a etiquetas clasificables y
medicables. Si bien Argentina el psicoanálisis tiene una impronta temprana en su relación con
la política, Alemán plantea que en la actualidad hay dos caras del psicoanálisis, la del
psicoanálisis colonizado por la lógica neoliberal y del psicoanálisis como más sensible a las
necesidades de determinados sectores. Apuesta a la relación entre política y psicoanálisis o
política y ciencia, para lo cual sostiene que es necesario concebir a la sociedad como un espacio
disociado, antagónico, y que se cuestione cuál es el antagonismo instituyente de la sociedad,
que se reconozca que la sociedad está atravesada por una brecha irreductible